miércoles, 4 de marzo de 2009

EN MEMORIA

NOS GOLPEÓ LA VIDA,

A GOLPES DE MUERTE NOS HA GOLPEADO.



Efectivamente, porque estamos vivos somos receptores de estos golpes:

El pasado 21 de febrero teníamos que afrontar el fallecimiento inesperado de Fabiola Aulestia, de 51 años, miembro de uno de los grupos de fe de Intiruna tras una intevención quirúrgica de la que hay indicios de negligencia médica. Y el día 22, al terminar la Eucaristía en la que celebrábamos nuestra fe en su resurrección, recibíamos la noticia de que José Luis Peñaherrera, de 21 años, que durante algún tiempo formó parte de nuestros grupos juveniles e hijo de Fabiola y Mario, matrimonio componente de otro de los grupos de fe, había sufrido un accidente de tránsito. Aquella trágica noche del 22, acompañando a sus padres tuvimos que verificar el reconocimiento del cadáver.

El dolor nos retaba a enfrentarnos con nuestros planteamientos. No todo era luz. La luz trataba, y trata, de abrirse paso entre la bruma, entre la niebla. Pero es difícil Y eso a las puertas de la Cuaresma.¨Por eso, el día 25, y con la presencia de los padres de José Luis entre nosotros desafiamos el dolor y lo miramos de frente. No lo ignoramos ni lo evadimos. Y nuestra celebración del Miércoles de Ceniza la reorientamos con la muerte desde un sentido cristiano. Y lo hicimos teniendo como base un texto de Leonardo Boff que, entre otras cosas decía:

"El sentido de la vida depende del sentido que le demos a la muerte. (...) La vida no fue creada para terminar en la muerte, sino para transformarse a través de la muerte, hasta fundirse con la Realidad Suprema. Así podemos decir: NO VIVIMOS PARA MORIR, MORIMOS PARA VIVIR. EN LA VIDA Y EN LA MUERTE SOMOS DEL SEÑOR"

Ahora nos queda el desafío de que estos golpes nos hagan crecer y madurar como grupos, como personas y como creyentes mientras acompañamos a quienes más en su carne los recibieron

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vamos escribiendo nuevos capítulos en nuestra vida de fe: hace un mes, de manera reiterada, sufrimos la partida de personas queridas. El sufrimiento se ha instalado en nuestra casa, pero la muerte nos ha ablandado la dureza de nuestro corazón y nos va haciendo sensibles también al dolor ajeno, a tanta injusticia que nos mantiene postrados. Gracias a ti, Señor, vivimos empapados de la presencia de nuestros seres queridos en su ausencia; gracias a ti, la vida nos ofrece caminos para seguir viviéndolos, para seguir amándolos. Miguel Á. Olmedo