Altos tejados tiene mi casa,
rojizas
tejas, perfiles de cal.
En
él, construido
desde
muchas décadas,
hay
un palomar de muchas palomas
que
arrullan mis noches,
que
arrullan mis días,
que
arrullan mis siestas
y
que, al despertar,
se
arrulla mi alma
con
su tierno arrullo.
Palomas,
¿de paz o de guerra?,
¿palomas
de fuego?, ¿palomas, no más,
que
volando pasan
pero
no se quedan?
No. !Es mi palomar.!
Las
palomas SON,
son
palomas mías,
mío
el palomar
y
mío su arrullo.
Sus
alas evocan
palabras
de antaño,
promesas
de cielos
sin
aún surcar,
y
amor y ternura
junto
a la alacena
donde
guardo siempre
mis
besos por dar.
Es
mi palomar
campanario
humilde
y
son mis palomas,
en
la Navidad,
canto
de alborada
y
arrullo de tarde,
y
después, muy quedas,
quedarse
a velar
al
niño nacido
que
vino del mar
y
aún está en la playa,
playa
y mar con algas,
con
algas y con sal.
José Luis
Molina
17 de
diciembre 2019
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