Los cristianos del finales del siglo I, destinatarios del libro
del Apocalipsis, viven sometidos a persecuciones. Los ánimos se les están
viniendo abajo. Creyeron que “ya”, que la vuelta de Jesucristo era inminente.
Pero las persecuciones y la espera les
hace tambalear. Perseguidos, y muchos muriendo, les produce interrogantes,
dudas, desconcierto, desánimo. Necesitaban una palabra, una respuesta, un
acompañamiento donde encontrar ánimo, fortaleza y sentido.
Este libro se escribe con ese
objetivo.
Por eso, el autor, le imprime al
libro unos elementos que no se pueden ignorar y no se deben olvidar. Si lo
hacemos, y solo leemos lo que dice literalmente y no leemos más allá de las
palabras escritas, no lo entenderemos.
Empezaremos por detenernos en el dato
de que es un libro escatológico. Es decir, trata de ser palabra que aborda el
sentido último de la vida y de la historia. Por ello utiliza un lenguaje
simbólico, lleno de arquetipos que hay que ubicar e interpretar adecuadamente.
Con estos elementos simbólicos trata de mostrar el fin de la realidad, no los
acontecimientos últimos que pondrían fin a la realidad actual.
Y esto, entendido así, es muy
importante. Porque se trata de “ahora pero todavía no”, lo cual quiere decir:
· Que no es una realidad distinta sino en transformación, en cambio.
· Que ya estamos en ese acontecimiento de cambio porque, cuando entramos en
ese dinamismo, aunque no hayamos llegado a la plenitud, ya estamos en ella.
· Esto daba razonamiento para situarnos
frente a la resurrección en tiempo presente.
Y esto sí era esperanza para aquellos
cristianos. Y también es esperanza y sentido para los de hoy.
Lo malo es cuando se nos olvida todo
lo anterior y confundimos la escatología con la adivinación de hechos futuros. Entonces
la reducimos a una echadora de cartas, una barraca de feria y una bola de
cristal, a la que tememos porque nos muestra una escena terrorífica.
No, todo el libro del Apocalipsis es
un canto de esperanza y una invitación a
cambiar, a transformar la realidad para que lo nuevo, el vivir nuevo, la vida
nueva resucitada, la humanidad nueva, que ya ha llegado con Jesucristo, siga
avanzando en nosotros.
En el fondo el planteamiento es
clásico con un aporte de nuevas luces: En resumen, es la realidad, el proyecto
de Dios frente a realidades de muerte, dominio, esclavitud, explotación,
guerra, etc. Que son elementos constitutivos de la existencia donde estamos.
Se nos invita a no desfallecer, a
afianzarnos en el convencimiento del cielo nuevo y la tierra nueva (no distinto
sino transformado) que ya está en marcha. Esa sí será morada de Dios.
Dios no ceja. Permanece en el empeño.
Todo lo hace nuevo.
Y nosotros estamos llamados a morar
así, en esa novedad.
Como siempre dependerá de nuestra
opción. La inmobiliaria está funcionando.
Un abrazo
José Luis Molina
15 de mayo del 2022.
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