martes, 24 de mayo de 2022

SIMPLIFICANDO

 



 

 

 

Son ya muchos los años que llevo peinando canas. Pero desde muchos más atrás ,que éstas me salieran, con sinceridad y humildad confieso que, además de mis incoherencias y errores, ha habido en mi, como creyente, una constante: La actitud de búsqueda y la tarea de discernimiento,

Hoy miro por la ventana. Hay un atardecer impresionante. He pintado un paisaje verde y dorado. Y me ha surgido una idea: Generoso el otoño que nos impregna de calma y, cuando parece que no le queda nada, que ya se recibieron los frutos, desde la sencillez que le queda esparce sus hojas y, con ello, sigue regando su experiencia para que se transforme en humus fertilizante.

Pues bien, en mi otoño particular, ya profundo en su existencia, he ido llegando, desde esa búsqueda y ese discernimiento, a una síntesis en mi fe que cada vez se hace más fuerte en el convencimiento de lo importante que es la vayamos simplificando cada día más y liberándola de los aparejos con los que la hemos ido revistiendo. Y en este tema de purificación debemos intervenir todos.

Creo que de esto dan buena prueba las tres lecturas de hoy. Vamos a verificarlo sucinta y rápidamente.

En la primera lectura de Los Hechos de los Apóstoles (15, 1-2.22-29), unos judíos que bajaban de Judea (ortodoxos, tradicionalistas, etc) pretendían que todo siguiera igual e intentaban cargar sobre los que se iban convirtiendo a Jesús-Buenanoticia con las cargas y los posicionamientos que llevaron a Jesús a la cruz. Pero el motivo de júbilo para entonces y para ahora, fue la decisión del llamado Concilio de Jerusalén donde se optó por separarse la comunidad de Jesús de la sinagoga (religión judía) con una formulación esencial:

                              El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponer

                              más  cargas que las indispensables “

Adiós votos, promesas, indulgencias, diezmos, primicias, etc.

En la segunda (Apocalipsis 21, 10-14.21-23) se dice: la nueva Jerusalén, la ciudad de la plenitud de la humanidad, la del número 12 en su heráldica, no necesita templo ni necesita santuario, no necesita peregrinos ni reliquias porque en toda ella habita el Señor. Ser moradores de ella significa tener a Dios como vecino, encontrárnoslo en la escalera y compartir una copa en el bar y un encuentro en el parque.

La persistencia de lo anterior, considerarla y como lugares sagrados  exclusivos, indicaría carencia o ausencia ciudadana.

Y, por último, la radicalidad radical y sencilla del evangelio:

                              “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo                  

                               amará y haremos morada en él” (Jn 14, 23-24)

No necesitamos más. Ya nos ha sido dada la Palabra. A construir la vida según ella, No la vida de actos y momentos religiosos. La vida toda en todos sus aspectos. Vivir al margen de esa palabra no es compatible con amarlo.

Seguir su palabra no elimina los fallos, hay que contar con ellos y no entrar en negatividad. Sí, abocar, permanentemente la conversión, el cambio. Lo que no vale es adulterarla, bajar el listón, acomodarla suprimiéndola de mi dinamismo vital.

Así de simple (no digo fácil) entiendo el caminar cristiano.

Vivo.

La vida, permanentemente, me presenta situaciones donde actuar, tomar decisiones, optar.

Para esas situaciones recurro a la Palabra buscando el actuar “modo Cristo” (Oración).

Pistoletazo y puesta en marcha.

Disfrutar del gozo de participar de la vida nueva de Dios- Donde descubro baches, a rellenar.

 

Nada más. Suerte en vuestra caminada.

José Luis Molina

22 de mayo del 2022

 

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