Pues somos verticales,
en verticalidad subamos
con una meta apuntando el vuelo.
No es el suelo, sino el cielo
definitiva y última morada.
Que ni somos nada
ni llamados a la nada estamos.
Desde la solidaridad y el llanto,
desde el brazo que agarra con fuerza a quien se cae,
desde la espera firme y presto el compromiso,
desde el beso que sella lo infinito y lo hace tangible,
desde morir tu muerte y alegrarme en tu parto,
iré haciéndome saeta que se clave en el sol.
Desde allí, te prometo
unas gotas de dorada sangre
no de dolor sino de vida llenas.
Caerán hasta la tierra
que quedará por siempre
fecundada de sueños que se hicieron
partos activos de un útero fecundo,
utopía de donde se genera
abundante el torrente de la vida
José Luis Molina
16 de agosto 2020
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