lunes, 27 de noviembre de 2023

ABRAZOS QUE CURAN, ABRAZOS QUE SALVAN.

 


 


 

Estamos terminando el Año Litúrgico. Último domingo: Festividad o proclamación de Jesús como Señor.

Y nos encontramos con el texto clásico de este momento conocido como el Juicio final : Es continuación del texto del domingo anterior: la parábola de los talentos. Y debemos repasarlos para entenderlos.

Pues para la reflexión de este domingo me voy a permitir recurrir a una anécdota del domingo pasado.. Decir que esta anécdota es real y creo no hay inconveniente en utilizarla porque fue pública. Y creo puede ser ilustrativa para este domingo. Fue durante la reflexión compartida (homilía) de una de las eucaristías que celebré.

Resulta que mientras comentábamos y reflexionábamos sobre la Palabra, uno de los asistentes manifestó como que en  el relato de la parábola de los talentos, el final como que resultaba duro , intransigente,  difícil de encajar en el mosaico del Dios de la Misericordia.

Yo intenté darle una respuesta que fuera aclaratoria para su  interpelación. Era la respuesta que yo tengo al respecto. Él es el que podría decir si le sirvió.

Lo cierto es que comencé a contestarle  diciendo que una cosa que debemos evitar es ponernos en clave de premio o castigo. Cuando ésta es nuestra postura, no estamos bien, creo nos imposibilitamos  de entender a Jesús. Le decía que lo correcto era colocarnos en clave de propuesta, de afecto, de donación, de entrega. Esto sirve también para el evangelio de hoy.

Mientras le hacía esta puntualización me fui bajando  del presbiterio y me coloqué  en medio de la asamblea y a ras de ellos. Lo que seguía se entendería mejor no desde la altura sino abajo. A ustedes, hoy, les manifiesto la clave: Dios se abajó hasta la humanidad en Jesucristo (Filipenses 2, 5 ss) y así, desde nuestra altura, desde nuestra  , nos hizo su propuesta.

Cuando ya estaba abajo, en el pasillo, lo llamé por su nombre. Le dije: Haz el favor, ven. Él, al principio estaba confundido. No sabía si era un recurso de oratoria o se trataba de una llamada en serio. Yo insistí: Sí, te estoy llamando de verdad, ven, haz el favor. Se levantó un tanto tímido, cohibido, titubeante, se acercó a mi y me dijo: ¿Qué quieres?.

Le pregunté: Tú crees que si seguimos compartiendo historia, haciendo camino, podemos llegar a ser y llamarnos amigos en verdad?

Él contestó: Yo creo que sí, y eso es bonito.

Entonces yo el volvía preguntar: Y, ¿qué piensas? ¿crees que esta posibilidad se merece celebrarla con un abrazo?

Pues, sí – me dijo.

Pues démonos un abrazo, le dije.

Y concluí: ¿Entiendes? Yo bajé de ahí arriba para superar dificultades (gradas, escaleras) y te llamé con insistencia. Tú titubeaste. Por timidez, por pudor, … porque, simplemente , no quisieras moverte y eligieras quedarte en el banco, podías no haber acudido.. En ese caso, ¿Hubieras recibido el abrazo?. Evidentemente no. Y, siendo así, ¿te lo habría negado yo o hubieras sido tú el que  optabas por quedarte fuera?

Hasta aquí la anécdota.

 




Pero ahora añado algo con relación a este domingo. El evangelio de hoy nos indica  como son los abrazos, cómo la respuesta a la llamada: Optando por el ser humano, siendo el otro el que da contenido a mi yo, pero no según buenamente puedas, sino con radicalidad, porque mi soy está hecho de necesidades de los demás.

Así me encuentro con Jesús, así lo abrazo.

Pues bien. Termino. Se acaba el Año Litúrgico. La Liturgia no son ritos vacíos que se quedan en el rito sin más. Nacen de la realidad con un dinamismo que tiene que poner ritmo a la vida.

Los ciclos litúrgicos son agendas que atemperan el tiempo que tenemos para el abrazo.

Veamos este domingo como las horas de la caída de la tarde. ¿Cómo hemos ido  rellenando de abrazos los 365 días de nuestro DIA?

Un abrazo

José Luis Molina

26 de noviembre del 2023.

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