domingo, 31 de marzo de 2024

APRENDER A LEER EL PRÓLOGO


 


 

 

Mucho se ha escrito sobre el Domingo de Ramos y muchas veces desde una ideología, una mentalidad y una filosofía que nos han modificado el paisaje.

Esta manera de comenzar se justifica y se explica con lo que sigue. Y quiero ser breve.

Litúrgicamente, a este domingo, al evangelio que le corresponde o muchas de las cofradías procesionales que lo evocan, sabemos denominarlos y encuadrarlos con nombres y títulos grandiosos: Entrada  “Triunfal” de Cristo en Jerusalén, o términos similares. Y el adjetivo “Triunfal” se utiliza desde un sentido de éxito, de grandiosidad, magnificencia.  Tan es así en las procesiones (no hablo de las de la borriquita, que tiene más elementos costumbristas y folklóricos), sino de las litúrgicas, las que se integran en la celebración de la Eucaristía. En éstas, la entrada de Jesús es más solemne, más triunfal, cuanto más importantes sean las personalidades religiosas que las presiden y las autoridades civiles y militares que participan. Y aquí, en España, este esplendor se va a medir por un elemento externo clarísimo: La palma que estas personas llevan en sus manos. Si las preside un obispo, (de ahí para abajo), y guardando sitios de honor a las autoridades, se sabrá de lo triunfal que es lo que se celebra en esa liturgia  por la grandiosidad de la palma, algunas, cuanto más excelsas las manos que la sostienen, mejor, son en la artesanía de sus filigranas, auténticas obras de arte.

Y, sin embargo, la lectura del evangelio nos sitúa frente al acontecimiento de la pasión de un Dios que se despojó de todo  para asumir su papel en la historia en favor  de los débiles, oprimidos, perseguidos. Y ese es su triunfo que, precisamente, lo enfrentó con los que portean palmas como victoriosos trofeos.  

En estos momentos me viene, con añoranza, la ocasión en la que, en   la comunidad  de Quito (Ecuador) concluimos, como síntesis de reflexión, llamar a este domingo litúrgico “Domingo de la opción de seguir al Justo injustamente perseguido”.

Es otra manera, bien distinta, por cierto, de ver el triunfo. Ciertamente los evangelios toman elementos triunfales de su cultura medio-ambiental. Pero los mantos por el suelo y las ramas de aclamación no son proclamar y vitorear el triunfo de una competición, o la consecución de posiciones por encima o delante de los demás. Es optar y aclamarlo desde los caminos de la vida en la que nuestro espíritu, nuestra identidad, se hace sendero por donde transitará su propuesta y llegará a otros, al mundo, no olvidando que esta propuesta es una propuesta de cambio, de transformación de lo que deshumaniza y denigra por lo que da plenitud al ser humano en el que Dios se hace historia con nosotros.

Por eso, con los ramos en las manos, durante esta liturgia, pensemos , con claridad a quien aclamamos con nuestras vidas.

Un abrazo

José Luis Molina

24 de marzo del 2024.

 

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