Este domingo estamos de
extraordinario. Las lecturas son de lujo.
En
la primera, de Isaías 5, 1-7, nos
podríamos quedar y tendríamos bastante. Es más, con tan solo los versículos 1y
2 a mi me bastarían, sin que eso quiera decir que infravaloro el resto.
Pero estos dos versículos son uno de
los textos de amor que más me conmueven. Cuando los leo, mi alma se inunda de
poesía y experimento, hasta en lo más hondo de mi, que el amor penetra por todos
mis poros. Y me siento amado. Y sé que es verdad, que no es una alucinación.
Las pocas palabras que componen el texto están tan llenas de fuerza vital que
no necesitan más ni sobra ninguna. Más adelante, en el versículo 4, hay una
frase concluyente: “¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?.
Y me alegro que este texto de este
domingo caiga en el 4 de octubre. Porque es la fiesta de Francisco de Asís. Y
Francisco de Asís se sintió viña del Señor. Se supo amado como la viña y se
enamoró con los cuidados que recibía, que eran la vida misma y la vida toda. Y
por eso cantó al dueño de la viña desde la dulzura, la belleza y el amor con
que se sentía rodeado. Y por eso, este
Francisco de Asís, sigue enamorando a los que han descubierto que la vida es un
hermoso canto que resuena en la viña cuando la brisa se filtra entre las hojas,
que deleita cuando se muestra en los racimos con tonalidades y brillos a pesar
del polvo de la tierra, que se hace saludo y esperanza al amanecer, acción de
gracias cuando el día cae y calienta al espíritu en la fiesta.
Francisco de Asís, por lo menos a mí,
me ha ayudado a entender este canto de amor. Lo mismo que el otro Francisco, el
de nuestro tiempo: “Laudato si” , cuidemos la casa de todos, la viña del Señor,
gocemos de la dulzura de sus frutos porque el Señor tenía la viña para todos,
la preparó para todos. Y alabemos (Laudato si)
al Señor por la viña recibida donde no cabe hacer de ella lugar de
competencia, de ostentación, dominio , envidia, desenfreno y muerte.
Por eso decía antes que me bastaban
con los tres versículos. Pero hay que leerlos enteros, lo mismo que el
evangelio. Ahí os lo dejo como tarea.
Francisco de Asís pudo. Los que
siguieron no pudieron porque no se enamoraron de la viña y quisieron apropiársela
para su goce excluyente. El otro
Francisco está pudiendo: se cogió de la mano de su tocayo. También necesita de
las nuestras y nosotros caminar con él.
Y termino ya esta reflexión de una forma desacostumbrada. Ha muerto Quino,
el padre de Mafalda, el autor de Mafalda. Quino con ella y , a través de ella,
ha ido también, durante muchos años, entonando el canto de amor por la viña del
amigo. Y nos ha dejado a Mafalda, pero, seguro, que también entrará con él en
la viña.
José Luis Molina
4 de octubre
del 2020
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